‘Valhalla’, una aventura nórdica producida en Medellín

En medio de la neblina en un bosque escandinavo, un guerrero vikingo blande un hacha contra sus demonios. Deambula por arenas rojizas. Navega en la oscuridad de la noche, resistiendo la tormenta que amenaza con hundir su pequeño drakkar. El guerrero es Kai Buhofer, un ciudadano suizo radicado en Colombia. El bosque escandinavo es una reserva de pinos en San Pedro, a una hora de Medellín, y las arenas, la tempestad y el mar son el resultado de horas de trabajo al interior de un estudio en Guayabal. Todo es parte de una fantasía vikinga, producida por un equipo de realizadores comprometidos de principio a fin con una historia que pocos pensarían contar en una geografía y una cultura como la nuestra

“Una gente de carriel hablando de vikingos”, resume entre risas el director Niko Rodríguez, líder creativo de este ambicioso proyecto. De su cabeza y sus propios demonios se originó esta historia que, en un principio, no pasaba de ser un ejercicio personal de experimentación, y con el tiempo se transformó en un cortometraje rodado durante seis días, con un equipo de 35 personas y desafíos como la fabricación de un barco vikingo, la creación de una tormenta en mar abierto en el interior de un estudio y la intervención de VFX y CGI. Todo esto en una producción realizada en tiempos libres, financiada con recursos propios e impulsada por las simples ganas de crear historias diferentes. 

El actor Kai Buhofer, durante una de las escenas en San Pedro, al norte de Medellín.

Valhalla -el lugar al que van, según la mitología nórdica, los guerreros honorables después de caer en combate- es el título temporal de este cortometraje que, por mucho tiempo, fue simplemente una idea vaga que llegó a varios oídos en diferentes momentos, sin nunca materializarse en algo concreto. Hasta que lo hizo.

Esta es la historia de una aventura colectiva. Y también la de un viaje personal de descubrimiento.

El principio

Todo empezó como un reto. Rodríguez se había propuesto en el 2020 la meta de crear un cortometraje pequeño por mes alrededor de un tema particular: el miedo y sus diferentes manifestaciones. Se planteó también un requisito adicional: cada obra seguiría al personaje de un guerrero de un tiempo lejano, con todos los desafíos a nivel estético que ello arrojaba. 

Además de esta motivación inicial, había un propósito formativo para él y su equipo de trabajo, con quienes lleva cerca de cinco años de labor colaborativa, principalmente en proyectos de videoclips y publicidad. “Personalmente, la idea era explorar el tema del miedo, pero también había un interés a nivel técnico de trabajar en cosas que, de otra manera, nunca nos habrían llegado en los rodajes que hacemos normalmente”, explica Rodríguez. “Era ponernos a prueba, pensando en que si el día de mañana nos llegara un proyecto así, estuviéramos preparados para asumir retos de este tipo, desde vestuario, efectos prácticos, técnicas de cámara y demás”, concluye. 

La primera aventura que nació de este ejercicio fue la de un guerrero templario. Pero entonces llegó la pandemia y frenó todo el impulso. Pasó un año entero, la producción audiovisual retomó gradualmente su ritmo y entonces hubo tiempo para desempolvar las ideas engavetadas. Para ese entonces, el proyecto del vikingo era de conocimiento en el círculo de Rodríguez. “La historia siempre estuvo como en el aire”, cuenta el director.  “Aunque era solamente algo de un personaje, varias personas estaban enteradas y me decían: ‘¿Cuándo la vamos a construir? ¿Cuándo la vamos a hacer?’. Hasta que en algún punto dijimos ‘Es el momento, vamos a meterle’, y así surgió”.

‘Vamos a meterle’

Entonces arrancó el trabajo de conformar un equipo más grande que pudiera hacerle frente a un desafío de las proporciones que se tenían en mente. “El proyecto fue creciendo con cada persona que se iba sumando”, evoca Rodríguez, “Cada vez había más y más gente, y más y más ideas, y cada vez eran ideas más locas y más grandes”

Era mediados del 2021 y ahora remaban en el mismo barco vikingo Luis Miguel Escobar, guionista, Lina Roldán, productora ejecutiva, Santiago Vallejo y Rocco Salerno, directores de fotografía, Sergio ‘Checho’ Mejía, jefe de producción, Melissa Villa y Juan Carlos López, en el vestuario, Camila Cano y Fernanda Jaramillo, en el maquillaje, Nicolás Machado, en la armería, y Lukas Spot, director de arte y quien se echó al hombro la tarea de construir, literalmente, el barco -el drakkar-, un nuevo elemento trascendental que apareció conforme fue evolucionando la historia. 

La construcción del drakkar vikingo fue una de las tareas más complejas para el equipo de arte, liderado por el experimentado Lukas Spot.

“El proyecto pasó de ser un hombre caminando por el bosque con un hacha, algo muy sencillo y muy contemplativo; a tener una historia y un equipo de trabajo relativamente grande”, cuenta Rodríguez. De la simple caracterización de un vikingo se llegó a una reinterpretación del clásico ‘camino del guerrero’. La trama del corto sigue a un personaje que abandona la vida que solía llevar y ahora debe enfrentarse a su peor enemigo para lograr trascender al Valhalla

Y aunque el proyecto ahora era otra cosa, su esencia seguía siendo la misma: un ejercicio para experimentar y formarse. “La gente estuvo de acuerdo en regalar su tiempo, que en términos prácticos es lo más costoso de un proyecto como este”, explica Rodríguez. “Cuando muchos empezamos en el medio, nos tocaba regalar nuestro trabajo para aprender. Entonces, si regalabas el tiempo a proyectos que muchas veces no te llenaban, ¿cómo no hacerlo para un proyecto que sí te apasiona? ¿Un proyecto en el que, cada uno desde su área, iba a poder hacer algo que siempre soñó poder hacer?”.

Al respecto, Rodríguez cuenta la experiencia de Camila, líder del equipo de maquillaje. “Ella nos contó que siempre había querido aprender a hacer una barba como la de nuestro personaje, entonces se le midió al reto de hacerla desde cero”. Se fabricaron dos barbas en total, cada una tejida a mano, pelo por pelo, además del trabajo adicional de trenzas, accesorios y demás. “La primera barba le demoró cerca de un mes completo de trabajo”, sostiene Rodríguez. 

La hora de la tormenta

Todo el trabajo de maquillaje, vestuario, scouting, construcción del barco, pruebas de VFX y demás, alargaron la preproducción hasta finales del 2021. “Teníamos previsto rodar ese año, pero cuando creímos estar a punto de iniciar, nos dimos cuenta de que necesitábamos más tiempo, que aún no estábamos preparados para muchas cosas que queríamos hacer”. 

De manera que el rodaje se trasladó para principios del 2022. Todas las escenas en exteriores se grabaron durante dos días en un bosque en San Pedro, a una media hora caminando desde la carretera más cercana. Las escenas con el barco y en un arenal se realizaron en otros dos días dentro del estudio de Los del Arte, en Guayabal, en donde además se recreó la impresionante tormenta que sortean el guerrero vikingo y su drakkar. Otra impresionante tormenta, pero esta real, hizo que se retrasara todo el trabajo en locación y se agregara un día más al cronograma. Finalmente, un par de escenas adicionales se tomaron otro día más. 

El director Niko Rodríguez junto a Santiago Vallejo, co-director de fotografía, durante una de las escenas en el estudio de Los del Arte.

En total fueron seis días intensos de rodaje que, entre todo lo demás, concretaron para bien el espíritu original del proyecto: ser, más que una meta, un aprendizaje en sí mismo. “Por supuesto, no queríamos que la gente sufriera… ¡Pero tampoco que fuera fácil! La idea de todo esto es que representara un reto para nosotros, que pudiéramos ponernos a prueba”, comenta Rodríguez.

Y aunque la aventura vikinga aún no ha terminado -el corto se encuentra en postproducción, con varios retos de CGI que podrían ser una historia aparte-, la experiencia de Rodríguez con Valhalla ya dejó una impronta en su interior. “No sé si a los demás les pasó, pero quizás mi gran reto a nivel personal fue que, a medida que el corto se iba escribiendo, yo lograba entender cosas de mí”, interioriza Rodríguez. Y es que la historia del vikingo también es, de cierta manera, su historia. 

El Valhalla y los demonios

El concepto del Valhalla, además de ser el lugar anhelado por los guerreros nórdicos en el más allá, también podría interpretarse como el propósito determinante de la vida, el destino por el cual se llevan a cabo todas las acciones. El no poder alcanzarlo podría  traducirse en una sensación de fracaso suprema. De manera que la búsqueda por llegar a él, aunque gloriosa, también podría resultar una tarea tan severa que podría incluso convertirse en un tormento. Una carga pesada que hay que llevar siempre consigo.

De ahí su conexión con el miedo, la inspiración original para el Valhalla de Rodríguez. Porque aunque la trama es la de una aventura, su norte siempre estuvo dirigido hacia una búsqueda existencial, una reflexión sobre la angustia, la derrota y el temor de no llegar al lugar en que siempre se soñó estar.

En la historia, el guerrero vikingo ha abandonado su antigua vida pero ahora debe volver a su raíces y enfrentar a su peor enemigo.

“La historia surge de una problemática mía, personal”, comienza a relatar el director. “Desde que empecé con el tema audiovisual, mi gran meta ha sido hacer un largometraje. Pero en muchas ocasiones miro hacia atrás y no veo qué he hecho para hacer ese largo. Pasa el tiempo y siento que estoy cerca, pero vuelvo a mirar atrás y sigo sin ver nada. Entonces ha sido esa lucha conmigo mismo, en la que siento que yo mismo me he frenado de hacer las cosas. Y esa misma sensación se la quise traducir a mi personaje. Por eso el Valhalla; él quiere trascender a un mejor mundo, pero en algún momento algo lo frenó y ahora necesita evolucionar y enfrentarse a lo que sigue”

¿Y qué es lo que sigue? Es la pregunta que marca la historia. O las dos historias, la real y la ficticia. Y quizás la respuesta sea la misma para ambas: una incógnita total. Porque dentro del cortometraje, y fuera de él, en la intención que le dio vida, habita la misma esencia: no es el fin, sino el proceso. Acaso el Valhalla sea el destino y el camino al mismo tiempo. 

“Para mí, esta historia es como una de esas cosas que sabes que querés hacer, pero que no están claras desde el principio”, explica Rodríguez. “Es un aprendizaje. A medida de que yo iba entendiendo más mi situación, se iban desbloqueando caminos narrativos. El personaje se volvió como un espejo de mi vida. Eso se lo conté a mi equipo de trabajo, y me gustaría pensar que el aporte que hizo cada quien fue porque, en  cierto nivel, también se identificaban con la historia, con esa especie de estado de limbo, pero con ese impulso de querer salir adelante”.